El paisaje de Alicia Ibarra surge desde una experiencia abstracta y poco a poco se acerca a los límites de la figuración. Esa ambigüedad lo hace más inquietante y sugerente. Ibarra quiere involucrar al espectador, sugerirle un camino mediante la observación tranquila y detallada de la obra, para poder llevarle muy lejos en su memoria y abrirle nuevas puertas.