Para Eduardo Marco satisfacer sus impulsos estéticos implica acumular sobre sí un esfuerzo de perfección que lastraría a otros que, cuál boyas a la deriva, no sienten esa eléctrica exigencia: El envite artístico que mueve a este fotógrafo es la inquietud por desbrozar lo que está oculto a la mirada del común; desvelar en su sentido más literal lo insignificante en apariencia, pero que la mirada del artista nos hace percibir como un armónico encendiendo en nosotros la chispa del entusiasmo. En este proceso, la honestidad de Marco no carga con el pesado fardo de los supuestos teóricos, se entrega sin dogmas aprendidos como el poema de Walt Whitman que comienza: «No necesito certidumbres: soy un hombre preocupado por su alma».